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Dakota, historia del edificio más maldito y ambicionado de Nueva York

Es tal vez uno de los edificios más célebres y con mayor impronta popular. Cada vez que se conmemora la muerte de John Lennon aparece su majestuosa imagen, a cuyos pies fue asesinado el músico. También queda grabada su silueta en la retina del espectador tras asistir al terrorífico espectáculo cinematográfico que es la obra maestra de Roman Polanksi La semilla del diablo. Si se habla de edificios exclusivos y lujosos, ahí está él. Y si de lo que se trata es de repasar aquellos inmuebles marcados por tragedias, fantasmas y leyendas negras varias, tampoco falta nunca.

Ubicado en la esquina de la calle 72 y Central Park West, The Dakota fue uno de los primeros edificios de apartamentos exclusivos de Nueva York y, sin duda, el más lujoso de todos ellos. El historiador Andrew Alpern le dedicó hace unos años el libro The Dakota: a history of the world’s best-known apartment building, y en él repasa todos los “extras” de la propiedad: canchas de tenis, escaleras de mármol, comedores con paredes de roble y caoba, techos altos, chimeneas ornamentales y, por supuesto, unas impagables vistas de Central Park. Bueno, impagable del todo no, pero hay que tener en cuenta que el apartamento más pequeño y “económico”, de cuatro habitaciones, ronda los cuatro millones de dólares. El más caro puede alcanzar los treinta millones.

Claro que, irónicamente, el mayor problema para poder conseguir uno de los codiciados apartamentos del Dakota no es ya poder pagarlo, sino acceder a él. Para empezar, la demanda es tan alta que existe una notable lista de espera. De hecho, durante los primeros 45 años de vida de la propiedad, en el edificio no hubo vacantes: desde 1884 hasta 1929 todas las viviendas permanecieron ocupadas.

Y en el caso de que haya suerte y quede libre algún piso, los interesados en comprar deben hacer frente a un escrupuloso proceso de selección, con la presentación de abundante documentación fiscal, un primer pago (más impuestos) bastante generoso y, por supuesto, el visto bueno del resto de los vecinos. En 2017 se puso a la venta este apartamento de lujo por 10,7 millones.

Con cada nueva vacante se convoca una junta encargada de estudiar todos los detalles y determinar si acepta o no al nuevo “aspirante”. Y hay que decir que la lista de rechazados es bastante impactante: Madonna, Cher, Billy Joel, Melanie Griffith y Antonio Banderas, Carly Simon, Judd Apatow… Una vez “aceptado”, hay que seguir escrupulosamente las normas de la comunidad, por ejemplo, está prohibido cambiar las puertas originales y los mantos de las chimeneas.

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Un singular gótico americano

Lo curioso es que, inicialmente, el Dakota no se concibió como un edificio destinado a los superricos, fue más bien construido y comercializado para la clase media alta neoyorkina con aspiraciones. La primera lista registrada de residentes menciona corredores de bolsa, abogados, empresarios de alimentación y a un tal señor Albert Griesbach, cuya ocupación declarada era “fabricante de ropa de cama”.

Este edificio, ubicado en el número 1 de la calle 72, al oeste de Central Park, fue obra del arquitecto Henry Hardenberg, responsable también del Hotel Plaza, en la misma ciudad. Hardenberg combinó un estilo renacentista alemán con aires franceses del siglo XIX, y el resultado bien podría definirse como una estructura que recuerda al gótico americano con un cierto aire siniestro. Su construcción arrancó en 1880 y concluyó en 1884, todo bajo los auspicios de Edward Clark –el fundador de la empresa de máquina de coser Singer–, cuya pretensión era que la suya fuese una de las sesenta familias que habrían de vivir en el Dakota. Y ya que era él quien lo pagaba, su apartamento tenía “detalles especiales”, como suelos de plata esterlina. Lamentablemente no pudo disfrutar de la extravagancia, ya que Clark falleció dos años antes de que se terminase la construcción.

Incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos en 1972 y declarado Lugar Nacional de Interés Histórico en 1976, el Dakota no solo sorprendió –aún hoy lo hace– por su diseño, con sus balcones, buhardillas y balaustradas, sino también, como hemos apuntado antes, por unas infraestructuras del todo inusuales en la fecha de su inauguración, tales como calefacción central, gimnasio o su propio generador eléctrico. Además, en otro impulso disruptivo, Hardenbergh evitó las escaleras de incendios, que estropearían la fachada, y en su lugar apostó por incluir porciones de barro entre los ladrillos, lo que servía para insonorizar el edificio al tiempo que lo hacía “a prueba de fuego”.

Construido alrededor de un patio central, al que se accede a través de una gran arcada, los primeros siete pisos del Dakota se diseñaron en principio como apartamentos, mientras que los dos últimos estaban destinados a las viviendas del personal. Porque durante muchos años el Dakota mantuvo una plantilla de 150 trabajadores, sin incluir las niñeras y las cocineras empleadas por cada inquilino, que también dormían en los pisos superiores. Ese planteamiento dotaba al edificio de un ambiente más próximo al de una casa señorial británica.

La prensa de la época aplaudió la inauguración del Dakota como “un cambio maravilloso en el West Side” (Real Estate Record and Builder’s Guide), teniendo en cuenta que, en 1984, el Upper Manhattan aún distaba mucho de ser lo que es hoy, rodeado de granjas y tierras de cultivo. Pasados los años, no ha perdido un ápice de su carisma, y la revista House & Garden se refería a él recientemente como “el famoso castillo septuagenario en Central Park West”.

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Una comunidad de excepción

Aunque durante casi un siglo al Dakota no le faltaron inquilinos exquisitos, fue en la década de los sesenta cuando los que ambicionaban vivir en él no eran solo ricos, sino también famosos. Boris Karloff, Lauren Bacall, Rosemary Clooney, Judy Garland, Jennifer López, Paul Simon, Sting, Bono… La familia Steinway, creadores de la famosa marca de pianos, fue una de las primeras residentes del edificio, y cuentan que, por recomendación suya, allí vivió también Peter Tchaikovsky –y dio fe de la insonorización de las habitaciones– cuando fue elegido para dirigir la Marcha de la coronación en la inauguración del Carnegie Hall. Otro propietario de excepción fue el compositor y director Leonard Bernstein, que en pleno apogeo tras el estreno de su West Side Story, adquirió uno de los apartamentos más caros en la segunda planta del Dakota, con cuatro habitaciones y cuatro baños.

Pero si hablamos de vecinos famosos del Dakota, indudablemente, y por tristes razones, hay que citar a John Lennon. El exbeatle se mudó a este edificio en 1973 junto a su mujer, Yoko Ono. La felicidad les duraría siete años, hasta la noche del 8 de diciembre de 1980, cuando Mark David Chapman sorprendió al cantante en el pórtico de entrada del Dakota y le disparó varias veces, causándole la muerte. No mucho tiempo después, se erigiría en su honor Strawberry Fields, un área de Central Park junto al Dakota, entre las calles 71 y 74, ambientada con olmos, arbustos, flores, con un mosaico en el suelo que rinde homenaje al artista asesinado.

Por su parte, Yoko Ono sigue viviendo hoy en el mismo apartamento y, de hecho, asegura que alguna vez ha visto el fantasma de su esposo, quien asegura que en una ocasión le dijo: “No tengas miedo, todavía estoy contigo”. Aunque algo de miedo sería lógico que tuviera a tenor de las inquietantes historias que circulan alrededor del Dakota. De hecho, el propio Lennon llegó a comentar alguna vez que había visto en su casa el fantasma de una mujer que lloraba de forma desconsolada. Además, según varios cronistas de la historia del edificio, los antiguos dueños del apartamento de la pareja de artistas, habrían escondido 30.000 dólares bajo el entarimado de la habitación principal. ¿Verdad o mito? Es imposible salir de dudas porque, como no podía ser de otro modo, la junta que vela por la cordialidad y buenas maneras en el edificio niega el permiso para que se destroce el suelo original.

El edificio del diablo

No deja de sorprender que un hogar tan codiciado como el edificio Dakota posea una leyenda tan lúgubre. Algunos sugieren, precisamente, que la gente ha ido creando esos mitos y leyendas a modo de venganza por no poder acceder a tan exclusiva vivienda. Aunque ya en los años 30 comenzaron a circular los primeros rumores sobre fantasmas y otros incidentes paranormales, fue en los años sesenta, al convertirse el edificio en el favorito de la beautiful people neoyorquina, cuando tomaron cuerpo las habladurías que realmente calaron en el imaginario popular, como las de los supuestos ritos satánicos y de magia negra que algunos inquilinos habrían llevado a cabo, entre ellos el brujo Gerald Brossau Gardner, creador de la religión neopagana denominada Wicca.

Cuentan que Ira Levin tomó aquellas historias como base para la creación de su novela La semilla del diablo. Sea o no cierto, el director de su adaptación a la gran pantalla, Roman Polanski, sí que apostó por relacionar con el Dakota –aunque lo rebautizaría como Bramford– la historia de una peculiar comunidad de propietarios, integrantes todos de una secta satánica. El director de origen polaco empleó con mucha inteligencia el aire gótico del edificio para convertirlo en un personaje más de la historia (aunque los interiores fueron todos rodados en estudio, recreando en buena medida los originales).

Que la mujer de Polanski, Sharon Tate, fuese salvajemente asesinada un año después en un crimen que estuvo siempre rodeado por la bruma de los rituales satánicos, no hizo sino incrementar el malditismo del Dakota, que se vería reafirmado con el citado asesinato de Lennon una década después. Pese a ello, el edificio no deja de atraer turistas y curiosos para fotografiarse ante su fachada así como obcecados millonarios ansiosos por vivir en uno de sus legendarios apartamentos.

Redacción

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