El palacete fetiche de Ruiz Zafón

Si decimos Torre Macaya seguramente no le diga nada este nombre. Pero si decimos “el palacete que sale una y otra vez en la novela de La Sombra del Viento, de Carlos Ruiz Zafón” ahí seguramente ya sepa de qué estamos hablando, no en vano esta obra es la segunda novela más leída en español después del Quijote.

Situado en la Avenida Tibidabo de Barcelona, este palacete ha sido durante años lugar de peregrinación de lectores de La Sombra del Viento, al ser uno de los sitios de culto de las rutas literarias de la Ciudad Condal. Ahora los admiradores de Zafón podrán no solo deleitarse viendo este inmueble modernista construido en 1918 sino que además, podrán dormir en una de sus 16 habitaciones, ya que ha reabierto convertido en un hotel, el Hotel Mirlo.

El nombre tiene una historia “Estábamos pensando nombres para huir un poco de palacios y cosas así, porque el estilo y el tamaño no daban para ese tipo de nombres. Y el publicista observó que había pájaros y nos dijo que eran mirlos. Cada día vienen mirlos, que son unos pajaritos que tienen el pico en color naranja. Y el comportamiento es que durante el día es un pájaro de ciudad, va al centro a comer, a aparearse, a pasar el día que digamos y por la noche se va a dormir a los parques de extrarradio de las ciudades. Y es un poco la misma historia que va a hacer nuestro nuestro huésped. Entonces durante el día puede ir a la ciudad y por la noche le invitamos a volver aquí, al remanso de paz, a descansar y a relajarse”, explica Susana Ferrer, Ceo del hotel.

“Inicialmente la finca era una casa familiar, luego pasó a alquilarse y fue una empresa de publicidad donde precisamente trabajó Carlos Ruiz Zafón y creo que además conoció a su mujer aquí”, explica Ferrer. Y añade: “Se ha tenido que rehabilitar totalmente, pero al estar catalogada por parte del Ayuntamiento hay muchos temas que se han tenido que respetar. Por ejemplo, toda la fachada se ha tenido que mantener, no se ha podido hacer ninguna apertura nueva. Hay puertas correderas de madera que se han tenido que mantener, en este caso las puertas para que cumplieran con la normativa antiincendios están protegidas pero no se usan, o sea, están bloqueadas porque si no, no podríamos cumplir ambas partes, pero ahí están. Luego hay muchos falsos techos que también se han mantenido porque algunos eran de cuando se construyó la casa. Y luego, por otra parte, también se han respetado todos los árboles preexistentes porque estaban catalogados por parte de Parques y Jardines de Barcelona. En esto también se ha ido muy de la mano con los paisajistas y con el Ayuntamiento de Barcelona para respetar todos los elementos”.

El edificio fue construido como una torre de verano por Román Macaya, uno de los promotores del Tibidabo y la torre sigue siendo de la familia. En el jardín romántico se ha construido una piscina.

Una escalera con mucha miga literaria

De su interior destaca la escalera, el elemento central de la casa y que cuenta con una enorme carga literaria ya que es la que Zafón define en su obra como la “escalinata de mármol quebrada y cubierta de escombros y hojarasca”. Hoy no hay ni escombros ni hojarasca ni siquiera mármol, porque la escalera es de madera. Otra característica del hotel son sus 16 habitaciones, con grandes ventanales con vistas al jardín y a la ciudad y todas con una singularidad: “Tienen hammam con vapor y con aromaterapia. Luego hay unas cuantas que además del hammam tienen bañera de hidromasaje, también con cromoterapia y luego siete de las 16, además del hammam y la bañera, disponen de una sauna particular. Es como si tuvieras el spa dentro de la habitación, a nivel de intimidad, claro, estás tú solo en la sauna”, explica Ferrer. Las hay también con su propio jardincito privado, algo muy demandado por los foráneos.

En cuanto a los clientes, todos del sector premium, Ferrer cuenta que las estadísticas están un poco distorsionadas porque han tenido que abrir en tiempos pandémicos, lo que hace que esté llegando sobre todo españoles y franceses, aunque ahora empiezan a llegar otras nacionalidades.

Y, ¿siguen llegando forofos de Zafón? Pues sí: “Durante la remodelación había gente que picaba la puerta, entraba. ¿Hola, lo puedo ver? Y sigue pasando. Es sorprendente y bueno, tiene su gracia y. Y te sorprende que gente de muchos sitios viene a preguntar por ver la escalera, por el balcón. Hace ilusión, ¿no?”, nos cuenta mientras nos enseña una colección de ejemplares de La Sombra del Viento escritos en varios idiomas (se tradujo a 36).

Ferrer defiende que además se encuentran en un emplazamiento único: “La Avenida Tibidabo yo diría que es una de las calles más bonitas y emblemáticas de Barcelona. Hubo una época en que gente burguesa adinerada de Barcelona se hizo grandes casas aquí y fue un momento de una plenitud y un esplendor arquitectónico en Barcelona y en Cataluña. Hay casas modernistas, cada cual tiene su estilo y son casas únicas. Todas ellas. Me imagino que la inmensa mayoría está catalogada, porque son únicas. Es una calle además que hace curva, porque en Barcelona todo es muy ordenado, muy recto, y esta calle puedes ir subiendo. Habitualmente hay un tranvía, el tranvía azul, que te lleva hasta el pie del funicularEs el único tranvía que hay en Barcelona y además están los árboles. O sea, es una calle con mucha magia y encanto”, finaliza. Con la magia de la calle y el misterio del fabuloso texto de Zafón, el éxito está más que asegurado.