El Parque Nacional de Nairobi cumple 75 años

Nairobi nació hace 122 años como la estación modesta de un ferrocarril -construido bajo las órdenes del imperio británico durante el período colonial- que conectó el océano Índico con los campos fértiles del interior de África.

Poco tiempo después -el 16 de diciembre de 1946-, en un momento en el que el tamaño de la urbe se multiplicaba por el éxodo rural, la administración colonial británica ordenó proteger una parte de los pastizales que la rodeaban, creando el Parque Nacional de Nairobi, de unos 117 kilómetros cuadrados.

Nairobi -con unos cinco millones de habitantes y capital de Kenia, una de las economías de más rápido crecimiento de África- ha cambiado mucho en estos últimos 75 años, pero su parque nacional aún es un santuario para numerosas especies de animales amenazadas a nivel global, como los leones, las jirafas masáis o los rinocerontes negros.

Mientras que en otros lugares del continente la caza furtiva está diezmando a las poblaciones de rinocerontes negros -una especie en “peligro crítico de extinción”, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)-, el Parque Nacional de Nairobi todavía es el hogar de decenas de estos mamíferos.

Sin embargo, toda esta biodiversidad pende de un hilo. ONG como The Wildlife Foundation o BirdLife International lamentan que la vida salvaje de este espacio natural tiene tantas amenazas que, en realidad, los éxitos conseguidos durante décadas podrían desvanecerse.

LAS AMENAZAS DEL PARQUE

Patita Nkamunu, coordinadora de los programas de Wildlife Foundation, tiene pasión por la naturaleza. Pero, para ella, proteger el parque nacional de la capital keniana también es un asunto familiar.

“Tengo muchas razones para amar el Parque Nacional de Nairobi. Una de ellas es que el parque forma parte de mí”, comenta Nkamumu a Efe.

“Los terrenos del parque nacional solían pertenecer a las comunidades masáis, es decir, a mis ancestros. Pero las autoridades ordenaron a mis abuelos y otras personas de su edad que los entregasen para establecer en ellos el espacio natural protegido”, añade la coordinadora.

Esta experta en medio ambiente, risueña, de carácter bromista, cambia su sonrisa por un rostro serio cuando habla sobre los peligros que amenazan la vida salvaje del parque.

A Nkamumu le preocupa que las industrias que rodean el espacio natural sigan contaminando sus ríos, o que el Gobierno escogiese construir una carretera de circunvalación y una línea de tren dentro del parque nacional, entre otras amenazas.

Pero el problema que más le quita el sueño es la desaparición de los corredores naturales que unen el parque con otras sabanas, impidiendo que los animales se desplacen con libertad.

“Tenemos que actuar con rapidez para proteger los corredores naturales que aún existen. Si las tendencias actuales no cambian, desaparecerán después de diez o quince años”, advierte Nkamumu.

Hasta los años sesenta, las sabanas del Parque Nacional de Nairobi estaban conectadas con otros espacios naturales, algunos tan apartados como el Serengueti, en la vecina Tanzania, y más de 30.000 ñus azules llegaban todos los años procedentes de esos lugares.

Sin embargo, estas grandes migraciones han desaparecido por completo. La rápida urbanización y los cultivos comerciales han bloqueado muchos corredores naturales, obligando a los animales a alimentarse en los mismos pastizales durante todo el año, haciéndolos más vulnerables a las sequías y degradando la calidad del suelo.

“El Parque Nacional de Nairobi no puede albergar por sí solo a todos los animales del ecosistema al que pertenece. ¿Qué pasaría si encierras a todos los animales en un mismo lugar? ¡La sobrepoblación generará un desastre ecológico!”, lamenta Nkamumu.

“Los corredores -añade- son la principal vía de supervivencia para la vida salvaje. Si cierras estos corredores, los animales desaparecerán”.

Un estudio gubernamental señaló que, en la actualidad, a pesar de la presión humana, cerca del 80 % de los animales del parque nairobeño salen del espacio protegido para alimentarse o reproducirse en los corredores naturales y herbazales que lo rodean.

“El Gobierno, las comunidades, los inversores y las ONG no pueden proteger, ellos solos, los corredores naturales. Todos los sectores de nuestra sociedad deben trabajar en la misma dirección”, concluye Nkamumu.

Según esta experta, es necesario “actuar con rapidez”.