Mientras en medio mundo ya se guardan las luces, se desinflan los árboles y enero empieza a pedir ensaladas y agendas nuevas, en España aún queda un placer pendiente. Uno de los buenos. De los que se esperan todo el año. El Día de Reyes sigue siendo el auténtico broche de oro de las Navidades, y en Mallorca lo saben mejor que nadie.
Porque si hay un ritual que no entiende de prisas ni modas pasajeras es el de partir un roscón en familia. Y los de Mallorca regresan, un año más, con el mismo sabor que ha acompañado a generaciones desde 1931. Clásico, de nata o de trufa. Sin atajos. Sin reinterpretaciones innecesarias. Con memoria.
La historia comienza como empiezan muchas buenas historias: con un golpe de suerte. Un premio de lotería de 17.000 pesetas cambió la vida de Bernardino Moreno, que junto a su mujer, María García, abrió su primera pastelería en la calle Bravo Murillo. Lo que no sabían entonces es que estaban poniendo los cimientos de una de las casas más emblemáticas de la pastelería madrileña… y de uno de los roscones más esperados del año.
Más de 90 años después, la cuarta generación —Jacobo y Pablo Moreno— dirige el obrador artesano en los días más intensos del calendario. Jornadas maratonianas, manos expertas y cerca de 30.000 roscones que salen adelante gracias a un proceso tan lento como preciso. Porque aquí el tiempo no se ahorra, se respeta.
“La clave está en las manos, en los procesos y en las materias primas”, explica Pablo Moreno. La mantequilla se infusiona con calma, el ron se aromatiza con piel de naranja, la masa fermenta en frío durante días y cada pieza descansa lo que tiene que descansar. Después llega el momento mágico: fermentación nocturna, baño de huevo, almendra Marcona, azúcar… y al horno. Todo con una selección minuciosa de harina, mantequilla, huevos y agua de azahar. Nada sobra. Nada falta.
Las versiones rellenas no se quedan atrás. La nata, con un 35% de materia grasa, es suave, cremosa y elegante, fiel al estilo de la casa. La trufa apuesta por chocolate belga y una crema ligera que acompaña al bollo sin eclipsarlo. Porque aquí el protagonista sigue siendo el roscón.
Este año, además, el ritual se amplía. Los roscones se integran en los nuevos packs Regala Momentos, una propuesta lifestyle que celebra esos pequeños placeres cotidianos que hacen grande cualquier día: una tarde de lluvia y sofá, una película de domingo, una visita inesperada o un desayuno sin prisas. El Pack Roscón —disponible online— incluye una taza personalizada, una botella de chocolate a la francesa y, por supuesto, un roscón clásico o de nata. El plan perfecto sin necesidad de envolverlo.
Casi 95 años después, Mallorca sigue haciendo lo mismo que el primer día: cuidar cada detalle, honrar la tradición y colarse en los momentos importantes de la vida. Este Día de Reyes, cuando toque esconder el haba, buscar la figurita y repartir sonrisas alrededor de la mesa, sus roscones volverán a ser mucho más que un dulce. Serán, una vez más, parte del recuerdo.