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«Eterno amor», la inmersión poética en el amor no físico de Pilar Adón

«Eterno amor», así se llama el nuevo libro de Pilar Adón, un relato estremecedor y necesario en estos tiempos en los que la pandemia nos ha obligado a abrazarnos con el alma porque lo que la escritora aborda es ese «amor no físico» poderoso con el que salvar una vida de encierro y miedo.

Publicado por Páginas de Espuma e ilustrado por Kike de la Rubia, esta obra es una historia que Adón tiene en su cabeza «desde hace mucho tiempo», cuenta  en una entrevista que arranca espontáneamente con una confesión, su amor por los animales y la naturaleza.

Algo muy presente de distintas maneras en sus novelas, donde reconoce que sus temas siempre se repiten: «El encierro, la huida, el miedo».

Pero en «Eterno amor» la autora traslada al lector a una comunidad de mujeres aisladas de manera voluntaria, una suerte de refugio ante una realidad que disturba, en la que se mueven mujeres consagradas al cuidado y vigilancia de unos chicos que han sido apartados del mundo; unas vidas que cambiarán con la llegada de un intruso a su remanso de ¿paz?

«En este texto está muy presente también el amor, que es algo que yo he tratado tanto, pero la relación entre la narradora y el chico encerrado me daba juego para hablar del amor no físico, casi no terrenal, y me daba lugar a muchas alegorías, juegos», explica sobre esta historia poética, casi onírica gracias al cuidado lenguaje al que Adón tiene acostumbrados a sus lectores.

En concreto, la historia de una comunidad de mujeres encerradas en una casa «viene de lejos», dice, y quería que tuvieran un «lenguaje directo», algo que para la madrileña (1971) «bebe mucho de la poesía, de no tener que adornar».

Y así es «Eterno amor», un ejercicio de alto nivel porque en los diálogos que pueblan estas páginas las reflexiones y afirmaciones rotundas de sus protagonistas son como dardos directos a la psique y al corazón.

Según reconoce Adón, la idea de esta novela corta ya estaba en su mente «antes de la pandemia», pero hubo algo que la llevó a desarrollarla en los meses duros de esta crisis sanitaria.

«Me di cuenta -relata- de lo imprescindible y necesario que es el amor desinteresado. Veníamos de una sociedad en la que teníamos la sensación de tener las cosa más o menos controladas y de repente nos ha venido algo que nos ha descontrolado y nos hemos dado cuenta de lo mortales y finitos que somos de una manera brutal».

Un «puñetazo en el esternón» para muchos, para esos que se han dado cuenta en este tiempo de ausencias y lejanías de las «malas pasadas» que juega el amor cuando vive una pérdida.

«Es esa sensación de ternura infinita, de querer abrazar y de que ya no haya cuerpo al que abrazarse», lamenta sobre esta realidad vivida por muchas personas y que ella traslada a esta historia en dos de sus personajes. «No tienen contacto físico en ningún momento y el amor hace que cada uno realice hazañas inverosímiles», apunta.

Personajes aislados éstos y para los que su creadora encuentra un motivo muy personal, ya que, asegura, desde su primera novela escrita con 28 años ya hablaba de esta temática.

«Si tengo que autoanalizarme -confiesa- en el fondo lo que ocurre es que me gusta mucho que me dejen en paz, con mis libros, sabiendo que no estoy sola, pero me gusta estar con mis cosas. Y quizá viene de ahí. Cuando era pequeña y venían visitas me iba a mi habitación».

En cuanto a las ilustraciones de Kike de la Rubia, imágenes inquietantes que acompañan y aumentan la tensión del relato, Adón califica de «perfecto» el trabajo de este artista, que ha hecho una «interpretación poética, sensible y elaborada» de la historia.