Vinculada al baile flamenco, la bata de cola es una prenda sugestiva y con embrujo que bailaoras y folclóricas como Carmen Amaya, María Rosa, Rocío Jurado o Lola Flores han lucido por el mundo hasta convertirla en «la alta costura» de la moda española.
«La bata de cola va más allá de la moda, es un estilo de vida y tiene una proyección infinita. Es un icono que se mueve a paso seguro entre la tradición y la transgresión», ha explicado este jueves a EFE Ángela María Martín López, comisaria de una fugaz exposición de 11 modelos en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid.
«Atemporal, tradicional, icónica y transgresora», así define la bata de cola Martín López, quien recuerda que esta pieza tiene su origen en Andalucía en el último tercio del siglo XIX cuando las primeras bailaoras «revolotean sobre los cafés cantantes donde flamencos y espectadores se beben la vida«.
El recogido permitía a las señoras andar por la calle sin arrastrar el vestido y, «cuando llegaban a un sitio de interior, en el que el suelo permanecía limpio, se soltaban el vestido y comenzaban a bailar«, añade.
Con piezas de bailaoras como Manuela Vargas o Merche Esmeralda y folclóricas de la talla de Rocío Jurado o Lola Flores, la Fundación Amberes ha articulado la muestra «Homenaje a la bata de cola» que pone en valor «un icono que forma parte de la imagen de lo español», cuenta Martín López.
«La bata de cola es la alta costura de la moda española», dice la modelo Laura Sánchez encargada de presentar esta exposición que se podrá ver entre el 22 y el 24 de abril en la Fundación Carlos de Amberes.
«Buque insignia de la indumentaria tradicional andaluza, esta prenda nace de la evolución de los vestidos de siluetas ceñidas adornados con fino encajes que terminaban en una graciosa cola», asegura la comisaria, quien señala que las artistas movían ese vestido al ritmo del toque y el cante.
En la primera sala, además de contar la historia de esta que nace en Andalucía, se recogen complementos que pivotan alrededor de ella como abanicos, castañuelas, peinas, zarcillos, flores, zapatos de baile y mantones de Manila, entre ellos un cantones que data de 1860.
«Hacer una bata de cola no es fácil, tiene que estar muy bien cortada para que los volantes se mueva», señala el costurero Justo Salao que ha vestido a las grandes artistas como Rocío Jurado, Gracia Montes, Matilde Coral, Pastora Galván y Estrella Morente.
A continuación, se muestra cómo a partir de los años 50 destaca una generación de artistas que crean escuela e imprimen su sello bregando con la bata de cola como Matilde Coral, Manuel Vargas, Cristina Hoyos, Merche Esmeralda y María Rosa.
En la segunda sala, llamada «Poderío», se recogen piezas de Carmen Sevilla, Isabel Pantoja, Juana Reina, Lola Flores y Marife de Trina, piezas creadas por Justo Salao, Tomás García y Alfonso Martínez para el lucimiento de la artistas ensalzando la feminidad.
Las folclóricas utilizan la bata de cola para adornarse, «no para bailar», dice la comisaria, quien explica que los inicios esas prendas pesaban cerca de los 25 kilos, mientras que ahora el peso medio ronda los cinco kilos.
También se ha instalado un taller, en el que una artesana confecciona en directo luna bata que, en términos generales, precisa entre 35 metros y 50 metros de tela.
«Hoy esta prenda suele tener un 1,30 o 1,50 metros de cola, para la historia quedan los tres metros que movía Carmen Amaya», concluye la comisaria.