La Guerra Fría dejó diseminadas por EEUU cientos de instalaciones de silos de misiles. La mayoría de ellas están ahora desmanteladas y abandonadas, pero otras se han aprovechado para transformarlas en peculiares viviendas en el campo con búnker incorporado. Casi 40 años después de comprar la propiedad e invertir en su transformación, sus dueños han decidido vender por 1,6 millones de dólares, unos 1,3 millones de euros al cambio actual.
Las afueras de la pequeña localidad de Eskridge, de apenas 500 habitantes, fue el lugar elegido por las Fuerzas Aéreas de EEUU para instalar uno de los silos de misiles del tipo Atlas a principios de los años 50, en plena Guerra Fría con la URSS. La localidad principal de la zona es Topeka, a 40 minutos en coche, y a hora y media de Kansas City.
Sin embargo, a mediados de los años 60 fueron desmanteladas con la llegada de una nueva tecnología de misiles balísticos. Un coste para el Estado de unos 3,3 millones de dólares de la época, que posteriormente cedió a una empresa de salvamento. Finalmente, en los años 80 sus propietarios actuales decidieron hacer una inversión peculiar y comprar un terreno de 13 hectáreas con el silo de misiles incluido.
La inversión y el trabajo realizado para convertir unas instalaciones militares en una vivienda fueron ingentes. Su propietario comenta que tuvo que una bomba de agua estuvo casi 24 horas drenando los cerca de casi 3.800 metros cúbicos de agua de los conductos subterráneos con los que el ejército inundó las instalaciones. Además de limpiar todo el barro de la zona.
La vivienda cuenta con una zona sobre tierra y otra subterránea con seis dormitorios, tres baños de más de 600 m2. Un enorme espacio al que habrá que acostumbrarse a vivir sin luz natural.
Sobre el suelo, la propiedad cuenta con dos torres diseñadas como torretas de castillo. Los terrenos también incluyen una pista de césped, un estanque, huertos y jardín. Para descender al búnker se usa una escalera de caracol que da al gran salón, junto a las dos cocinas y el comedor. Una estufa de leña calienta el espacio. El hogar es muy fresco con sus paredes y techos de 45 cm de grosos y suelos de casi 1 metro de grosor. Una puerta blindada de 47 toneladas conduce al silo del misil, que ahora se utiliza como taller, conectados por un túnel.
Los propietarios han conservado la sala de control, la señalización y otros artefactos de su uso anterior como puesto militar.